
Eso es lo que tenía la mujer... pero no lo sabía. Ella sólo se notaba unos picores en sus partes más íntimas. Por ello decidió, tras vencer la vergüenza y padecer dos semanas, acudir a su médico.
Pero ella no sabía que su médico no estaba en ese momento en la consulta. En su lugar, dos médicos jóvenes: el "ayudante", que recuerda vagamente de haberlo visto a lo largo del último año, y un chico nuevo, con gafas, que debe de ser un "estudiante" (INCISO: era yo hace dos años).
PACIENTE -Buenos día... no está Donadoni?
AYUDANTE -Pues no señora, no está. ¿Le puedo ayudar en algo?
PACIENTE -Ains... no sé. Es que preferiría decírselo a él.
AYUDANTE -Pues hoy no creo que vuelva... si quiere venir otro día.
PACIENTE -Ains... no, ya que está usté se lo pregunto, a ver si me acierta con lo que tengo... Me noto inritás mis partes.
AYUDANTE -¿Irritadas? ¿Cómo? ¿De ganas de rascarse o más bien como escocida?
PACIENTE -Bueno, de ganas de rascarme mayormente, pero yo no voy por ahí rascándome, ¿eh?
AYUDANTE -Sí, claro, claro. Pues nada, le hago un papel y que la vea el ginecólogo de San Fermín.
PACIENTE -¿A San Fermín? Ah...
AYUDANTE -¿Algún problema con el ginecólogo de San Fermín?
PACIENTE -¿Y no me puede dar nada usted?
AYUDANTE -Mejor que la vea un especialista que seguro que le acierta.
PACIENTE -Oiga, ¿y esto no se curaría con métodos naturales?
AYUDANTE -¿Naturales? ¿Por ejemplo?
PACIENTE -Es que el otro día salió un médico en la tele diciendo que ese tipo de cosas se curan con saliva.
O_o
AYUDANTE -¿Pero ese señor era un médico o un proxeneta? ¿La saliva propia o la ajena?
PACIENTE -¿Eihn?
AYUDANTE -No, mire, yo es que... en eso de los medios naturales no creo... vaya al especialista, vaya...
PACIENTE -Bueno... grasia eh? Adió...
Real como la vida misma...