lunes, febrero 23, 2009

Semmelweis


El mundo del fútbol es bastante inmovilista. Existe la tendencia, generalmente de los que más tiempo llevan, y quizás por lo tanto de los que más miedo tienen a que se los limpien, de que todo está inventado. Esto es extensible a la parte técnica, táctica, física... y médica.

Cada día es una lucha constante contra los prejuicios de jugadores, técnicos, utilleros, delegados... bueno, esto queda un poco dramático. Cada día no, pero bastante a menudo. Por suerte los vamos convenciendo poco a poco a la mayoría. Pero sí que es cierto que cuando intentamos implantar algún tipo de medida, en cuanto a dieta, suplementos, medidas preventivas, etcétera... nos encontramos con una primera reacción de desconfianza. Muchas veces, quien menos tiene que hablar, nos ha soltado aquello de"Ustedes tendrán una carrera, pero yo tengo años de experiencia" . O aquello de "Es que vosotros intentáis inventar y está todo inventado".
Al primero, por recomendación de mi padre, NO le contesté "Mas años de fútbol tiene el rulo de San Mamés y no tiene ni puta idea de fútbol". Al segundo sí que le contesté "Claro, y si no que se lo digan al pobre Semmelweis". A lo que el pobre hombre me contestó "¡Claro! Je Je Je Je". Sospecho que no tenía ni idea de lo que le hablaba.

Perdón, asumo que algunos de ustedes, lectores, tampoco. Y eso es de lo que va el post de hoy. De Semmelweis.

¿Quien era Semmelweis? Los lectores más avezados quizás intuyan que era un médico. Y sí, era un médico húngaro del siglo XIX. Se había formado en Viena, junto a uno de los popes de la anatomía patológica (es decir, el enfermar visto a través del microscopio), Rokitansky, con el que trabajó dos años tras obtener la licenciatura, estudiando la infección en el campo de la cirugía. Se doctora en obstetricia y el hombre comienza a trabajar en la Maternidad de Viena.

En dicha maternidad, observa preocupado la alta mortalidad entre las parturientas entre altas fiebres y grandes dolores. (Lo que se conoce como fiebre puerperal).
Dicho hospicio (la maternidad de Viena) tenía dos salas de partos, la del doctor Klein y la del doctor Bartch. Hace números, y se da cuenta que la mortalidad es más alta en la sala del doctor Klein. Buscando el por qué, hace una investigación. Se percata de que la sala del doctor Klein está más concurrida por estudiantes de medicina, que acuden a atender los partos tras pasar por las sesiones de medicina forense; mientras que la del doctor Bartch la atienden en mayor proporción las matronas, y que su mortalidad aumenta cuando aumenta la afluencia de estudiantes de medicina. Hace una teoría a modo de conclusión: los estudiantes transportan la causa de la fiebre puerperal de los cadáveres a las parturientas.

Ingeniosa, correcta, pero rechazada por su jefe, Klein, quien tiene otras teorías: que algunos estudiantes son extranjeros (húngaros, como Semmelweis), que los estudiantes son muy bruscos en el examen vaginal,... Así que Klein expulsa a 22 de sus estudiantes. Pero las cifras de mortalidad no varían.

Semmelweis sigue en sus trece e instala un lavabo en la entrada al paritorio, obligando a los estudiantes a lavarse las manos antes de atender a las parturientas. Y lo consigue.
Consigue que Klein le despida fulminantemente de la maternidad.

Gracias a sus buenas relaciones con la élite médica de la escuela de medicina de Viena, consigue trabajo en la otra sala, la de Bartch. Su primera medida es pasar a todos los estudiantes de Klein a dicha sala, con lo que la mortalidad aumenta del 9 al 27%. A continuación, hace lavarse las manos con una solucion de cloruro cálcico a los estudiantes que vinieran de la sala de forense antes de entrar a la sala de partos. La mortalidad desciende al 13%. Decide extender esta medida a toda persona que fuera a examinar a una embarazada. La mortalidad cae al 0,23%. Datos demoledores.

Pero no obtiene crédito ante sus compañeros. Le acusan de falsear las estadísticas y de no ser reproductible su estudio. Pese a la presión de sus amigos, la opinion de Klein pesa más y es expulsado de la maternidad.

Vuelve a su país. No se sabe de él en meses, pues Hungría está en plena revolución contra los Habsburgo. Cuando un amigo da con él, lo encuentra con un brazo y una pierna rotos... y en la miseria. Gracias a este amigo, se repone y entra en la Maternidad de San Roque de Budapest, donde escribe en secreto su principal obra: De la etiología, el concepto y la profilaxis de la fiebre puerperal.

El buen hombre es nombrado profesor de la Maternidad del clínico de la Universidad de Pest. Y, oh coincidencia, la mortalidad por fiebre puerperal en dicho servicio practicamente desaparece. Pero el "ambiente" seguía siendo contrario a Semmelweis. Lejos de contribuir a mejorarlo, lo va crispando más con cartas abiertas, pegando pasquines. Parece ser que además al pobre se le va la chapa, puesto que sufría alucinaciones, buscaba tesoros escondidos por su casa... lo internan en un psiquiátrico. Cuando parece que mejoraba, le dan el alta. Semmelweis directamente se va a una sala de disección, coge un bisturí, raja un cadaver delante de los alumnos... y acto seguido, con el mismo bisturí, se hace una herida. Tres semanas más tarde, muere entre grandes dolores y alta fiebre. Los mismos síntomas que las puérperas a quien intentó toda su vida salvar.

La única medida que propugnaba Semmelweis era la de la higiene, la asepsia. Lavarse las manos entre pacientes o tras trajinar con cadáveres, antes de tocar pacientes.

Si una medida tan simple como lavarse las manos costó tanto de implantar... qué no será para un utillero o entrenador desfasado comprender que comer huevos con chorizo (por poner un ejemplo irreal y exagerado) antes de un partido no es muy bueno, aunque lo lleve haciendo toda la vida...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo de los huvos con chorizo lo sé hasta yo. Igual es que toca renovación del equipo técnico.

Y la historia del médico "comoseescriba" me ha parecido maravillosa. Si en lugar de embarazos hubiese atendido cualquier enfermedad masculina yo creo que le habrían hecho caso a la primera. Yo no soy muy feminista pero en esto la medicina peca de exceso de conservadurismo a veces.

Mejorando lo presente ;) .

Dr. Hyde dijo...

La verdad es que lo de los huevos con chorizo era solo un ejemplo hiperbólico... pero si yo te contara...

Y sí, la historia de Edelweiss (maldita mania de cambiarle el nombre a las personas!) es tremenda, si hubieran sido prostatitis en vez de fiebres puerperales... verías tu si el Klein se hubiera lavado las manos antes de hacer el tacto rectal...

Reuven dijo...

Gran historia Doc,la verdad es que es difícil pensar que antes que pensar que baja la mortalidad por la higiente,piensen que es por manipulaciones de las estadísticas...

Un saludo.

Elisa A.R. dijo...

Jajajaja, no sé si hubiese lavado las manos antes de hacer el tacto rectal, espero que al menos sí lo hiciera después... Muy interesante la historia, no la conocía. Te deseo suerte y paciencia, actitudes como las que tu aguantas las sufrimos todos los días los médicos jóvenes. Por mi parte me ayudan a reafirmarme, seguro que a ti también te hacen ser más cabezón haciendo lo que crees que está bien hecho.
Saludos

Dr. Hyde dijo...

Reuven: así era la vida antes, las camarillas tenían ESE poder, por encima de la ciencia incluso.

Elimary: Hola, compañera! Sigues por Cartagena? Yo te deseo lo mismo, sobre todo paciencia, que en una consulta de primaria es un gran valor.