martes, septiembre 14, 2010

De finales y principios

La vida cambia, o nos cambia la vida y todo el rollo ese del río que no es el mismo río...
Soy el mismo, pero ya no soy el mismo. Han pasado casi nueve meses desde el último post. Y han pasado muchas cosas en esos nueve meses.
El fútbol se cansó de mí, yo me cansé del fútbol. Volví a los brazos de la madre medicina de familia, volví a sentirme médico de nuevo. Me reenamoré de la medicina de familia.
Conseguí trabajo estable en un centro de salud público de gestión privada, donde sigo.
Volví a tropezar con la misma piedra del fútbol y ya vuelvo a estar liado: trabajo, trabajo y más trabajo. El río sigue fluyendo.

Y, claro, está Guille. Ahora mismo es la piedra de toque de todo. Todo gira en torno a él y su madre. Es el eje de nuestras vidas. Los que tengáis hijos lo entenderéis perfectamente. Los que no, lo entenderéis, pero no en toda su dimensión.
Cómo te cambia, tener un hijo. Cómo cambia la vida.
Por ejemplo: lo dejas en la guardería, sabes que va a llorar, que es normal, que no pasa nada... pero te vas con una angustia encima... y con sus ojitos llenos de preguntas y de incertidumbre clavados en el alma.

En fin... no sé a dónde va este blog... pero vuelve a ir.

miércoles, enero 20, 2010

Soy David, soy médico.

No hace tanto tiempo como quiero recordar, acabé la carrera de medicina. Fueron siete años, siete años maravillosos en los que tropecé con la farmacología y perdí un año. Pero esa es otra historia y será contada en otra ocasión.
Ya desligado de la universidad, a la espera de hacer el examen de acceso al MIR, estaba por Elche e iba conversando con mi amigo Juan. Le dije que no me sentía en absoluto médico, y el se extrañó mucho. No me sorprende, es algo difícil de explicar. Durante la carrera que yo estudié se hacían pocas prácticas y la verdad es que no hacíamos demasiado, salvo honrosas excepciones. No dio tiempo a hacernos una idea de qué es realmente la profesión.
Ahora, al valorar exactamente la misma idea, el sentimiento es completamente diferente. Claro que me siento médico, mucho. Tanto, que no me imagino vivir de otra forma, ganarme la vida de otra manera que ejerciendo la medicina. Es algo que ya es parte de mi identidad. Soy David, soy padre, amigo, hermano, hijo,... pero siempre médico. Siempre se girarán a mirarme cuando se comente algo raro o curioso sobre la medicina en la tele. Siempre me llamarán cuando tengan una duda o un problema (o no tan problema como preocupación) sobre algo de la salud.
En ocasiones, es algo un poco agotador, o frustrante, pues no tengo solución para todo, no lo sé todo, no siempre estoy para dar consejos. Pero haciendo un ejercicio de empatía, actuando como padre preocupado ante la salud de un hijo, me he dado cuenta de una cosa. La mayoria de las veces deseamos del médico que nos escuche. Solo que nos escuche. Y si el médico además es un amigo, deseamos que nos de un poco de animo, que nos quite un poco de angustia, alentando la posibilidad menos grave, quitandole hierro al asunto o simplemente dandonos su apoyo o explicándonos la situación.
Así que perdonad si a veces no he podido escucharos, si no he sabido daros la solucion. A veces es agotador ser médico, aunque no vale como excusa.

Escuchar, explicar, animar, consolar. Qué cuatro cosas tan sencillas y tan complicadas de lograr a veces. Y qué imprescindibles para el buen médico. Como oí en una ocasión: "Curar pocas veces, aliviar a menudo, consolar siempre".

Soy David, soy médico.